La tradicional cita carnavalera de El Carpio


Un año más, y ya van diecisiete, La Real Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora Virgen de la Cabeza de El Carpio ha organizado el tradicional Festival de Agrupaciones Carnavalescas. No han sido pocos los festivales de este tipo que se han visto obligados a cancelar por la falta de público durante este año, pero el compromiso de esta gente con su festival salvó todos los escollos y un año más se dieron cita en la ciudad de El Carpio gente de rincones como San Cugat del Vallés, Sabadell, Toledo, Puertollano, Valdepeñas, Llerena… y así hasta más de 50 localidades distintas. Y es que la fama de este festival que reúne siempre a lo mejor del carnaval a un lado y otro de las tablas, trasciende con creces las fronteras de Andalucía.

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La jornada comenzó con emoción. El público recibió a la comparsa local La tómbola cantando el conocido pasodoble “Soy cordobés” de Rafael Castro. Gustaron, y mucho, las letras de otros años de El señor del mar, Los argentinos, La vieja banda y La comparsa de Córdoba. Dejaron para el final, como viene siendo habitual en sus actuaciones, una de sus letras más conocidas, la rumba “Tengo celos”.

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El momento deluxe de la noche llegó de las manos de unas rubias Divinas de la muerte. El público las vitoreó ya desde la presentación a la voz de “chirigota, chirigota”. Y es que la noche subió enteros con El Canijo y los suyos, que año tras año no defraudan. Las improvisaciones de esta chirigota son siempre numerosas y provocan la carcajada. Tienen un buen engranaje y eso se nota, no se atienen nunca a un repertorio estricto, y aunque quisieran les resultaría imposible contener tanta ocurrencia o tratar de planearla. El pasodoble al abecedario de Contigo aprendí, el de «Se de ti» de mejo no salgo y los cuplés de Ricas y maduras fueron otros de los momentos álgidos de su actuación.

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Tras ellos llegaron Los hombres de negro. La presentación levantó al público de su silla. Una interpretación potente, donde destacan, sin sobresalir ninguna, las buenas voces de esta comparsa. Cada copla fue cantada al unísono por el publico. Y es que la identificación con sus letras, que retratan el drama de lo cotidiano, es automática y solo cabe responder con el aplauso. También cantaron letras de Los Válidos y hubo alguna improvisación en solitario, como cuando Nico se arrancó con “Limosna de amores.

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Con fuerzas renovadas, tras el el descanso, y con bufandas en la mano recibió el público a la chirigota de Vera Luque, que hacía tiempo que no se dejaba caer por El Carpio. Hizo aparición sobre las tablas el Consejo de Ministros y todos bailamos sin reparos al son de sus «sobrecitos». El Vera, alias Rajoy, nos regaló a todos un momento de auténtica catarsis. Nos alentó a expresar sin reparos nuestra opinión sobre su gestión en el Gobierno, y ya se pueden imaginar: gritos, pitos e improperios varios. Llegó por fin el momento de la conversión del público en entregada afición futbolera con los sones de Los Hinchapelotas, y no dudaron en corear cada cántico y festejar cada copla. Pero el momento en el que el auditorio se tornó en un auténtico estadio fue con la presentación que levanto a todos y sirvió de broche a la actuación de esta chirigota.

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Un año más Kike Remolino llegó a El Carpio con todo el equipo, esta vez literalmente. No se dejó nada atrás: barbacoa, gambas, pinchitos, aderezos varios, nevera de playa…  Una vez más puso la lógica en su sitio y recordó a todos quien, a su juicio, es el motor de todo esto: el público. Por eso dedicó el pasodoble que le han escrito, Los Georgie Dann de Santa María del Mar, al Patronato gaditano “a todos los que os veis negros pa juntar pa sacar una entrada pal Falla para ver a vuestra agrupación”. No faltó el pasodoble de Los tijeritas a Montserrat Nebrera y los catalanes. Y tampoco la presentación de Las pito-risas con el que un año más despidieron su actuación.

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La noche ya estaba avanzada cuando llegaron esparciendo su embrujo sobre las tablas Los hippytanos. Las carretas de la comparsa de Antonio Martín trajeron consigo desde Cádiz la copla que todos esperábamos oír, el pasodoble que la agrupación le dedicó a Paco de Lucía, y que cantaron sin micros al pie del escenario. Fue sin duda uno de los momentos con más pellizco, y el público lo supo agradecer como merece, con un largo y sentido aplauso. Entonaron también letras de La comparsa del genio, Miguel Nández se arrancó acompañado de una guitarra con el pasodoble “El día que yo me muera” y no faltó por supuesto “Caleta”, que el público solicitó con insistencia. El final de la actuación de estos hippies tan gitanos lo puso, como no podía ser de otra manera, la “Rumba de la luna”, que cerró la noche.

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